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OPINIÓN

Plenario di Apasionado

Plenario di Apasionado
Enrique Herrero / 2 de septiembre 2019

Se han celebrado en julio el segundo y tercer plenos –entiendan el oxímoron– , si contamos como primero el de investidura. La legislatura ha echado a andar, cierto es, pero aún no hay recorrido plenario. La chicha de momento debe estar troceándose en otros foros menos expuestos a corros de billar: juntas de gobierno, empresas municipales, estructura y personal de las delegaciones... Sin embargo, estas dos sesiones dejan perlas para comentar, apuntes que avanzan lo que pueden dar de sí los cuatro años que ahora comienzan.

Era más o menos previsible que después del pleno de composición estallara el eterno retorno a cuenta del salario de los y las concejalas y del número de asesoras y cargos de confianza. No es nuevo este debate sino recurrente; algunos ya nos lo tatuamos en 2015 y quizá por ello ahora no hemos contribuido a cargar ni a repasarnos las tintas. Hay tantas opiniones como edredones sobre este asunto, y casi todas ellas están bien fundamentadas. Les recomendamos que revisen los datos que los compañeros de Impulsa Getafe han detallado en sus redes, porque ellos los ofrecen pormenorizados y en general tal como son. Y luego que cada cual saque sus propias conclusiones. No obstante, si tenemos que posicionarnos en este blog lo haremos diciendo que compartimos dos ideas: por un lado, que el trabajo hay que hacerlo, y que hacerlo en condiciones requiere personal suficiente; y por otro, que el trabajo siempre hay que pagarlo bien y que lo que se cobra debe acompañar en relación directa y proporcional a la responsabilidad que conlleva. En ese sentido, con todo el respeto hacia quien defiende posiciones diferentes, nosotros opinamos que los emolumentos de los y las concejalas del Ayuntamiento de Getafe están bastante contenidos; y que el número de asesores es el adecuado o incluso se encuentra por debajo de lo que el gobierno de una ciudad de 180.000 habitantes puede precisar.

Lo que no era previsible fue lo que ocurrió con la discusión sobre este pormenor puertas para dentro del pleno. Tras revisarlo con el VAR no hay que ser Poirot para deducir que 26 de las 27 concejalas llevaban antes de entrar al Saloon un acuerdo respecto del reparto de asesores y la cuantía de las retribuciones. En consecuencia, hubo uno de los 27, Jesús Más Compromiso, que debió decidir no formar parte del trato. Hasta ahí todo correcto; es su derecho y su razón. El problema llegó cuando ese concejal improvisado en verso blanco necesitó explicar su posición y tuvo que hacerlo además en primer lugar. Y llegó, no ya un brete, sino un imposible: porque enfrentarse a todos los demás deviene necesariamente en un hara-kiri, se tenga o no razón, y mucho más si aún te pesa el jet lag. Es verdad que cualquiera ahí sentado se excita alguna vez con la tentación de bordar un discurso de alamares y sellar con la autoridad de un gol por la escuadra sus cinco minutos de intervención. Pero ese día más que nunca, parafraseando a Guillermo de Baskerville, la línea que separa la genialidad del desatino se tornó prácticamente imperceptible. Y nos dio la sensación de que, o se trataba de una causa vital para él y los suyos – que pudiera ser– y Jesús se marcó un órdago a grandes, pasara lo que pasara, o no sabía que jugaba a chicas y perdía la partida. Que fue lo que sucedió.

Ante un micrófono, una cámara y sentado en un escaño, a poco puedes venirte demasiado arriba y sentirte como el Atticus Finch de Harper Lee. Pero para emular eso necesitas un relato excelente, demasiada experiencia y, en un pleno, una sobredosis de caradura. Ninguno de estos ingredientes tiene el referido, y así pasó. Que aunque Jesús Más Madrid trató de convencernos a todos y a los demás de que otra idea era posible y necesaria, terminó por salirse del marco y quedó con el rostro absolutamente desfigurado. Intuimos incluso que algo así debió se le debió rondar a él mismo por la cabeza durante su discurso, porque a medida que leía fue perdiendo fuelle y ganando en enredo. Como el humilde Harold Lloyd de El hombre mosca, que cuanto más necesitaba de una mano para agarrarse a las manecillas del reloj de la torre y no caerse, más complicado tenía alcanzar con la otra la cuerda de la que en realidad dependía su salvación. Hemos de reconocer que a nosotros nos pilló desprevenidos su discurso. No esperábamos una cosa así ni en pesadillas. Pero ahí dentro, en el ayuntamiento, que está repleto de actrices expertas, figurantes embozados y maletas ya muy viajadas, se notó que le esperaban a la vuelta de la esquina para vendérselo tinto. Y aquello fue como el relato del camarote del Orient Express, en el que con fría ira personajes sin demasiada relación entre ellos ajustaban cuentas al tal Cassetti por la muerte de la pequeña Daisy Arrmstrong. Uno a uno, sin excepción, el día 3 de julio todos hundieron el puñal en el torso de Jesús con el ánimo absolutamente desinteresado y bondadosamente altruista de explicarle de qué va esta historia.

Y aunque parezca inverosímil, se volvió a repetir la mismita escena del pleno de 2015, cuando Ahora Getafe decidió mearse encima para crear un charco donde no lo había, a cuenta igualmente de los salarios y los cargos de confianza. El exceso de testosterona de aquel entonces le puso a huevo a Sara la posibilidad de clavarnos una daga envenenada a las primeras de cambio y le brindó de paso la oportunidad a un sibarita de la ironía afilada llamado Juan Soler para que cincelara nuestro epitafio prematuro, con una de las frases más hilarantes y acertadas de toda la legislatura: a quien escupe hacia arriba le cae encima su propio escupitajo. Alguien podría y debería haberle advertido a Jesús Compromiso de que esto mismo le ocurriría a él, antes de llevarse el hatillo de hostias con el que cargó para casa ese día, encima de canícula. Pero ya que parece que no fue así, del pleno del 3 de julio él mismo debería extraer la conclusión de que no es virtud sino suicidio conseguir ponerse en contra del resto de la corporación. Porque lo importante no es ser exclusivo, sino saber sacar adelante los acuerdos que tu quieres.

Tres cuartas de lo mismo le sucedió en el pleno del 25 de julio. En realidad en esta sesión sólo había una cuestión política de enjundia, la de las tablets del CEIP El Bercial, que luego comentaremos. El grueso del orden del día lo ocupaba un asunto de gestión llamado reconocimientos extrajudiciales de crédito, en los que lo lógico, siendo oposición, es denunciar el abuso que de esa figura hace el gobierno pero votar en abstención. O incluso en contra, como hace el PP cuando se habla de vaginas. Pero nunca, casi jamás, a favor. Pues de nuevo Pérez, Jesús, acaparó sorprendentemente todos los focos al vindicar en su intervención que votaría junto con el gobierno para permitir que la gente cobrara por los servicios prestados. Bo-quia-bier-tos, ar-qui-ce-ju-dos, pas-ma-dos no. Lo siguiente. Al igual que el día 3, alguien podría y debería haberle explicado que su voto resulta política y aritméticamente irrelevante para el recuento final. Y que, por el contrario, lo único que puede acarrearle este tipo de deslices tan gratuitos como inexplicables hacia el PSOE es un problema, aparte de mil habladurías y maledicencias. Algo que esperamos con sinceridad y por su propio bien que no suceda. Ya que fuera de la institución y dentro de su candidatura no parece haber nadie asesorando sus actuaciones, algún alma caritativa de dentro del ayuntamiento – que las hay– le terminará por explicar con detalle todo esto y cambiará de actitud para el próximo. Y si no, pues aprenderá a golpes. Al tiempo.

No obstante, lo importante el 25 de julio tuvo que ver con la polarización que ha causado la decisión del equipo directivo del CEIP El Bercial –en realidad la Dirección del Área Territorial, en adelante DAT– de imponer un proyecto educativo basado en iPads de esos. Y en la consecuente respuesta de la mayoría de la comunidad educativa de La Pública, expresada en una moción de la Plataforma, naturalmente contraria a tal idea. En este blog no albergamos dudas: el proyecto llamado One to One es nefasto, nocivo, tóxico y debería ser paralizado de inmediato. Por excluyente, por segregador, y porque no garantiza –más bien al contrario– una mejor educación. Pero sobre todo porque es un ataque directo a la lógica y necesaria independencia de los centros y sus trabajadoras respecto de la DAT y la Consejería.

Por resumir, el proyecto de las iPad es una excusa para hacer que los centros públicos funcionen como privados. Aunque dedicaremos un capítulo específico a lo que representa, dejamos aquí dicho que la LOMCE obliga a que sea la administración la que elija los equipos directivos por su fidelidad y permite que estos escojan a su vez sus claustros por su servidumbre. Es una pirámide feudal contemporánea en la que la elección de un director –o directora– depende de su subordinación a las políticas de la DAT y esa sumisión les permite saltarse las listas centralizadas de oposición para escoger solo a los profesores que estén entregados a una idea: la de la propia Consejería. Por posicionamiento, la proposición conjunta de PSOE, Podemos y Más Madrid era correcta. Pero con todo y con eso, sin embargo, mostramos muchas reservas a que esta historia llegara al pleno por razones que presagiamos antes de su celebración y que vimos contrastadas, por desgracia, después de lo que pasó. Sin ambages; le entregamos armas al enemigo.

Primero porque la propuesta que se registró parecía tan afeitada como la osamenta de un manso, y apostamos nuestra nula fe a que después de las discusiones entre grupos llegó descafeinada a debate. Una cosa es ceder veleidades para sacarla con más apoyo y otra muy distinta es mutilarla en quirófano hasta hacerla irreconocible. En ese sentido, la única reivindicación por la que cabía pelear era la de la paralización completa del proyecto. Y aunque una corporación municipal no tenga competencias para ello, sin embargo puede ejercer de aglutinante para la unidad de las fuerzas que luchamos, en este caso, por un modelo de escuela pública. Pero esa idea no acabó de parecer clara a los que escuchamos las intervenciones. En consecuencia, lo que podría haberse convertido en una discusión pedagógica y amplificada se transformó en un regalo improvisado para el PP que venía preparado para la lidia y acabó por bregarnos a nosotros.

Pero es que además para que esa pedagogía apareciera del todo, las intervenciones tenían que haber sido sin fisuras, de cierto nivel y unánimes en su objetivo. Hubo algunas entre buenas y muy buenas pero no todas lo fueron, y nuestro segundo temor – que nos hacía albergar dudas razonables sobre la idoneidad de llevar la discusión a Pleno–, se vio finalmente confirmado. Resulta triste y desesperante escuchar la defensa de esta proposición en palabras como las de Pérez Pinillos, concejal de Podemos. Ya no solo porque en la forma y a pesar de sus cuatro años de rodaje siga mutilando la dicción o no haya aprendido a expresarse sin tropiezos, sino porque con su discurso pretendidamente pedagógico emborronó la única idea que debía quedar clara: la de la paralización del proyecto.

Comenzó muy mal, afirmando que para él hay tres debates en esta historia, y cabría preguntarle dónde están o de qué manga se los saca. Decir eso equivale a confirmar que hay dos posiciones iguales, a favor y en contra, cada cual con sus argumentos válidos. Justo el discurso que anhela el PP para poder dividirnos. Eso es inadmisible: Daniel no entiende que el proyecto One To One es un ataque frontal a la escuela y a la función pública y que no hay diálogo posible con quien te golpea una y otra vez. Lo que tiene que haber es unidad de la comunidad educativa y confrontación pura y dura contra la Consejería. Pero para tener claro eso hay que dar clase día a día y no sólo es que la presencia de Pérez por las aulas ha sido más bien casi una anécdota, sino que hace años que no pisa un centro educativo. Ha elegido ser concejal. Es su opción y nos parece respetable, pero eso le resta comprensión de la realidad que hay más allá de la alfombra que pisa cada día..

Por si fuera poco remató diciendo que existe un problema de carencia de formación de nuevas tecnologías entre los docentes de secundaria. Pero como se traba tanto al hablar no es posible discernir si responsabilizó de ello a la administración o al conjunto del profesorado. Esto último sería lamentable, no solo porque no es cierto, sino porque para hablar de carencias podría poner por delante sus propias notas de oposición. Y si se refiere a la Administración quizá sea esa la única falta que no le podemos imputar, porque desde hace años la inmensa mayoría de los cursos de formación impartidos por la Comunidad de Madrid se refieren precisamente a nuevas tecnologías e idiomas. Resumiendo, que no dijo lo que debería haber dicho y dijo cosas que nunca debió decir. Esperamos que a Alba Leo haya tomado nota y, por el bien de todos, le releve la próxima vez que se presenten en el pleno proposiciones de esta materia.

Con todo eso, lo peor es que D.P.P. de Podemos le colocó la intervención en bandeja de platino al portavoz del PP, Pereira, que sí estuvo diáfano. Porque sin que pueda parecer controlarlo, J.C. inyecta en sus discursos una sinceridad incontenible. Lo que es muy malo para nosotros es muy bueno para entender por dónde van los tiros y por dónde el fogueo. Se nota demasiado que le comen las prisas por borrar la huella de su predecesor. Hacer como si Soler hubiera sido simplemente un accidente del destino. Por eso quiere acaparar el protagonismo incluso en una materia, la de enseñanza, en la que es un perfecto advenedizo.

Lo que dijo nos sacó de una duda que albergábamos hacía tiempo y es si la idea de los dispositivos había partido del equipo directivo del centro – y por tanto de la propia comunidad educativa– o si por el contrario, era un artificio de la Comunidad de Madrid. Y sus palabras revelaron, sin lugar a sospechas, que entre estas dos opciones solo la segunda era la cierta. Como decíamos más arriba, basar un proyecto en iPads solamente puede tratarse de un empeño de la Consejería, que reformula así la manera en que el PP pretende gobernar los centros educativos, al modo de empresas privadas. Antes colocaba placas pero hoy éstas levantan ampollas, y por eso la alternativa es elegir a dedazo a los equipos directivos y otorgarles la capacidad para que estos escojan su personal con la excusa de un proyecto particular: en este caso el de las tablets. Con ello se aseguran que nunca se pondrá en tela de juicio sus propósitos sino que los aplicarán con todo el rigor que sea posible y necesario. Hasta el punto incluso de abrir una grieta visceral entre la comunidad educativa, un lugar que les interesa e incluso les estimula sobremanera.

Provoca pena y rabia que un representante público, como es Pereira, se atreva a regurgitar en un pleno que las familias que no están de acuerdo con el proyecto pueden escoger la segunda opción que les han ofrecido. Como si elegir un cole equivaliese a descolgar del armario un cuero o un vaquero. Como si un centro público de educación fuera un mall al que acudir una tarde de sábado. Claro, que, después de escucharle citar a Ned Ludd sin tener ni idea de quién fue –si es que fue– ni lo que pretendía, cualquier cosa nos parecer posible en Pereira. Reconozcamos que es sincero, pero también él debería asumir que le faltan mil leguas para saber de lo que habla, sobre todo en educación. Dispone de cuatro años para juntar ambas virtudes, veracidad y conocimiento. Tic, tac, Pereira; el tiempo se agota.

En fin. Que en breve se celebrará el cuarto pleno de la legislatura. Veremos qué da de sí. Poco a poco se calentarán los motores y llegaremos al fin del año, cuando hay que trabar acuerdos sobre ordenanzas y presupuestos. Por nuestra parte esperamos que la insidia y la desidia que tamizan la política nacional, donde parece que la imposibilidad de emascular algunos egos acabará regalando el poder a la derecha, no sacudan los cimientos de la mayoría amplia de la que goza la izquierda en este municipio. De lo contrario, ni siquiera lo más cercano quedará a salvo. Y lo cierto es que, visto lo visto este julio pasado, nosotros empezamos ya a olvidar el entusiasmo y a retirar la mano del fuego, no sea que nos abrasemos.


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